Alba
sabe que va a volver a beber. Se levanta hecha una mierda y se arrastra hacia
el lavabo. Mete la boca debajo del grifo y bebe tanta agua que se atraganta. Va
a la cocina, abre un botellín de cerveza y se lo bebe de un trago. Eructa. Sabe
que no es suficiente y abre otro botellín que le dura algo más. Alba sabe lo
que le va a suceder hoy. Pero no se
acuerda de lo que hizo ayer. Otras veces recuerda cosas. Destellos de escenas
que le vienen a la cabeza. Pero ésta vez no. No se acuerda de nada.
Le
duele mucho el brazo. Lo tiene hinchado. No tiene ni idea de cómo se lo ha
hecho. Seguramente se habrá caído como tantas otras veces. Se abre otro
botellín. Pone música y se ducha.
Registra
su bolso y se da cuenta de que no está el móvil. Tampoco encuentra la cartera.
Pero hay un fajo de billetes dentro de la cremallera del bolso. Lo cuenta. Son
tres mil euros. Se queda en silencio. Asustada y sorprendida por el dinero. No
tiene ni idea de dónde ha salido pero hoy se lo pasará en grande. Aunque se
teme lo peor. Ahora no quiere ni puede recordar nada. Mientras se viste se le
viene a la mente una imagen del Dadá. Saldrá a la calle y comprará el
periódico. Se sentará en alguna terraza de cualquier bar del centro y se tomará
tres o cuatro cervezas más, antes de tener el valor suficiente para acercarse
al Dadá y preguntar por su móvil y su cartera.
Se
termina la cerveza y pide la cuenta. Son las doce de la mañana y ya lleva
cinco. El cuerpo se le reajusta y se le quita la depresión. Ya se encuentra
mucho mejor. Lista para volver a empezar.
Llega
al Dadá y entra en el bar dispuesta a que le recuerden el espectáculo tan
lamentable que dio ayer. Está incluso preparada para que la echen y le digan
que no vuelva más por allí.
-
¡Qué tal Francis!
-
¿Una cerveza, Alba?
-
Venga va. Ponme una. Francis, ¿Te has
encontrado un móvil y una cartera por aquí?
-
Tu cartera está aquí Alba pero el móvil
no.
-
Bueno, menos mal. Al móvil que le den
por el culo. No quiero hablar con nadie.
Francis tiene una media sonrisa mientras
habla con ella. Alba piensa que ha pasado algo. La incertidumbre de no saber
que ha ocurrido le produce ansiedad. Siente vergüenza sin saber el por qué la
siente. Se pide un par de cervezas más antes de atreverse a preguntarle nada.
-
Francis, ¿pasó algo ayer?
-
¿No te acuerdas de nada?
-
No.
-
¡Qué fuerte Alba!
-
¿Qué pasa?
-
Digamos Alba que, tú y yo, hicimos
algunas cosas en el baño.
-
¿Cómo?
-
Desde luego tú comiste.
-
¡Pero qué capullo eres! Qué te follen
Francis.
Alba sabe a lo que se refiere pero
no quiere saber más. Paga y se va. Siempre lo mismo. Ahora mismo se da asco. No
entiende cómo puede comerle la polla a ese tío en el bar si además no le gusta
nada. Cada vez le duele más el brazo y ahora tiene como una pelota de tenis en
el codo. Deambula sin rumbo por las calles de la ciudad castigándose y
sintiendo vergüenza de sí misma. Anda
cabizbaja sin mirar a nadie. Sube por la Cuesta del Rosario hasta llegar a la
Plaza del Salvador. Allí se toma varias cervezas más y pide algo de comer para
no caerse redonda. Se le acerca alguien por detrás y le tapa los ojos. Sea
quien sea, ojalá no sea nadie de las personas con las que estuvo ayer. No está
para sermones. Está solo para beber y olvidarlo todo. Quiere morirse. Algunas
veces piensa hacer como Nicolas Cage en Leaving las Vegas. Esa opción le
resulta atractiva. Es Miguel. Menos mal. Miguel es otro como ella. Parece que
el día promete. Se pasan toda la tarde tonteando y tomando cervezas al sol.
Miguel empieza llamándola Alba pero a estas alturas ya le llama loba. A Alba le
gusta encontrarse con Miguel y beber con él, porque bebe incluso más que ella y
eso le hace sentirse un poco más normal. Aunque sabe que terminarán los dos
igual. Por los suelos. También sabe que no intentará aprovecharse de ella. Él
estará demasiado borracho. Es posible que sea ella la que se aproveche de
Miguel. Cuando el sol se esconde y ya no da en la plaza, se van a otro sitio.
Le encantan los días como éste; sin rumbo, sin planes, con mucho dinero y nada
que perder.
De repente le viene otra imagen a
la mente. Se ve con un tío mayor que ella. Él le da dinero. Parece bastante.
Ella sonríe, lo coge y piden otra copa. Pero hay algo en la imagen que le causa
ansiedad. ¿Porque le da él tanto dinero? Es incapaz de recordar.
Caminan por la calle Sierpes en
dirección a la Alameda. Antes se han parado en El Gato negro y han comprado un
décimo de la lotería de navidad. En la administración Miguel ha visto el fajo
de billetes y se le ha cambiado la cara.
-
Pero bueno tía, ¡Qué cantidad de pasta!
¿Qué haces con tanto dinero en el bolso?
Alba le miente y le dice que lo ha
sacado del banco esta mañana para impedir que se lo embarguen porque debe
dinero de multas de tráfico.
Antes de llegar a la Alameda se
paran en casa de Raquel para pillar cocaína.
-
¿Otra vez aquí Alba? Hija, no tienes
medida.
Alba no recuerda haber estado ayer
en casa de Raquel. Suben por la escalera empinada hasta el ático. Cuando llegan
está la puerta abierta y entran. Alba le da un abrazo y le presenta a Miguel.
Se sientan en el salón y se ponen tres rayas. Alba se mete la raya del tirón y
se levanta para ir el baño. Se golpea el codo con la pared del pasillo y ve las
estrellas. Se le ha salido el líquido del hueso y la pelota de tenis va en aumento.
Se sienta en el inodoro y la imagen que le viene a la cabeza le deja sin
respiración. Se ve desnuda en una habitación intentando despertar al hombre que
le dio dinero en el bar. Se viste deprisa y se va de la casa. El hombre no
reacciona y lo deja tumbado sobre la cama. Se le acelera la respiración. Siente
como se ahoga. Intenta recordar que es lo que sucedió pero no puede. Solo le
vienen destellos e imágenes sueltas. Follando y metiéndose cocaína con ese
hombre. De repente cae. No puede ser. No es verdad. El dinero era para tener
sexo con ese hombre. Da un respingo y se vuelve a golpear el codo con el
lavabo. ¡Mierda puta! Se sienta y empieza a llorar. Está acabada. No ve salida.
Se pone a respirar lentamente e intenta tranquilizarse. ¡Qué le den por el culo
a todo! Está harta. Harta de sí misma y de esta mierda de vida que le ha tocado
vivir. Toma una decisión. No va mirar atrás y hoy disfrutará todo lo que pueda.
Todo lo que le permitan esos tres mil euros que se ha ganado como una puta.
Se lava la cara. Respira
profundamente y sale del baño hacía el salón. Se mete otra raya y pone música.
Pincha "I Wanna Be Your Dog" de los Stooges. Coge de la mano a Miguel
y se ponen a bailar como locos. Raquel se ríe y salta a bailar con ellos
también. Al poco rato los tres se están liando en la alfombra del salón.
Cubatas, rayas y sexo.
Alba abre los ojos y en un primer
momento no sabe dónde está. Ahora le duele todavía más el codo. Se le pasado
parte de la borrachera y el subidón de coca. Está muy hinchado. Al instante cae que está en casa de Raquel y
se ríe al recordar el trío. Ahora ya no tiene remordimientos. Mañana no le
importa nada. Ayer tampoco. Solo hoy. Tendría tantas cosas que cambiar y que
arreglar que decide no cambiar ni arreglar nada. Va a la cocina llamando en
alto a Miguel y a Raquel pero nadie contesta. Está sola. Seguramente habrán ido
a comprar bebida o algo de comer. Mira el reloj y ve que son las once de la
noche. Una hora de puta madre. Se pone contenta y va al salón para ver si queda
cocaína en la mesa. Allí está la papelina. Todo un detalle. Se mete una raya,
pone música y se pega una ducha.
Cuando sale de la ducha, están
Miguel y Raquel preparando algo de comer en la cocina. Miguel se acerca a ella
y le coge del culo firmemente.
-
¡La bella durmiente se ha levantado!
Al verlos se acerca Raquel y, mientras le coge el
paquete a Miguel le pasa la lengua a Alba por los labios.
Alba corta la situación
rápidamente, va al frigorífico y se abre una cerveza.
-
Raquel, no me acuerdo de nada de ayer. Parece
que estuve aquí, ¿no?
-
¡Joder Alba! Viniste con un carca a
pillar coca. Eso sí, el carca tenía muy buena pinta. De esos que tienen mucha
pasta. ¿Ahora eres puta Alba?
-
Creo que me dio tres mil euros por
acostarme con él.
-
¡Tres mil euros! ¡Dios santo! ¡Pero tía
eso es una pasada! Así yo también me meto a puta.
-
Creo que no respiraba Raquel.
-
¿Cómo?
-
Recuerdo muy poco. Pero tengo en la
cabeza la imagen de ese tío tumbado en la cama como muerto. Creo que no
respiraba. Yo me fui corriendo. No me preguntes nada porque no recuerdo una
puta mierda.
-
¡Tía a ver si lo dejaste frito a polvos!
A Alba de repente se le cambia la
cara. ¿Y si se ha dejado el móvil en la
habitación de ese tío? Piensa que tiene dos opciones. Puede ir a la policía y
contar lo que ha ocurrido; aunque al momento piensa que ella no sabe si le ha
pasado algo o está perfectamente en su casa durmiendo la resaca, y la otra
opción, es seguir como si nada hubiera pasado. Total, si la ha palmado ya no
hay nada que hacer. No debería ir
acostándose con tías casi treinta años menor que él. Decide olvidar y
seguir la noche como si nada hubiera pasado.
-
¡Qué le den por culo Raquel!
-
Bueno Alba, tendremos que seguir la
fiesta. Vámonos por ahí a otro lado. Y enróllate que tienes tres mil pavos
guapa.
A estas alturas el estado de
embriaguez es ya manifiesto. Si no fuera por la cocaína no se mantendrían en
pie. Hablan demasiado alto y caminan con
dificultad. Para empeorar el cuadro, van morreándose alternativamente los tres.
Alba se para en una esquina y vomita toda la cena. Se baja las bragas entre dos
coches y mea. Miguel y Raquel siguen caminando como si nada. Tiene taquicardias
y ansiedad. Aunque su intención es no comerse la cabeza por lo que sucedió la
noche anterior, no puede evitarlo. Las imágenes vienen y van a su cabeza. No
sabe lo que es real y lo que es imaginación o sueño. Le vuelve a faltar la
respiración. Es como si tuviera un camión sobre su pecho. No tienes ganas de
seguir con estos dos y decide quedarse sola. No quiere la compañía de nadie.
Además, solo quieren aprovecharse de sus tres mil euros. Ella se lo ha ganado sola
vendiendo su dignidad. Sigue caminando y se para a sentarse en un banco de la
Plaza de la Gavidia. Necesita un porro para bajarse el subidón de la cocaína.
Se le va a salir el corazón del pecho. Se empieza a encontrar realmente mal.
Junto a ella en la plaza hay dos moros. Seguro que tienen hachís. Se acerca a
ellos y les compra un porro. Está muy nerviosa y no puede hacerse el canuto.
Los moros la están mirando, se acercan a ella y le hacen el porro. El porro le
baja todo el subidón de golpe y potencia el efecto del alcohol. Está totalmente
cao. Se queda dormida en el banco como una vagabunda.
La luz del sol le despierta. No
tiene el bolso, ni los tres mil euros, ni el abrigo. Le han robado todo. Seguro
que han sido esos moros de mierda. Se hurga en los bolsillos para ver que
dinero le queda. Todavía tiene ciento veinte euros. El efecto del alcohol ha
desaparecido y ahora no soporta estar sobria. Va hacia el bar de la esquina que
está abierto y se pide una cerveza. Se la toma de un trago y pide otra. El
camarero no la mira con tristeza. La mira con cara de asqueroso. Aunque a Alba
ya todo le da igual. La televisión está puesta. Son las noticias de las ocho de
la mañana de Canal Sur. El Consejero de
Economía y Hacienda aparece muerto en la habitación de un hotel del centro de
Sevilla. Se baraja como causa del fallecimiento
un paro cardíaco provocado por
reacción a un medicamento. De
repente le viene a la cabeza la viagra. Seguro que ese tío se hartó de
pastillas. Poco le importa ya a Alba esa
noticia. Además todavía puede ser peor. Pueden encontrar su móvil en la
habitación. Pero Alba ya ha tomado una decisión. No puede más. Demasiadas cosas
rotas. Se toma varias cervezas más y se va del bar. Es el fin del viaje. Se
encuentra como si tuviera cinco muertos encima. El hombre que ha matado a polvos, más otros cuatro que se
le han pegado durante la noche.
Se sienta otra vez en el banco de
la plaza. Se está viendo en la terraza de su casa; tiene doce años y está
jugando con Ismael, su perro.
Ahora se levantará y caminará en
dirección a Triana. Siempre le gustó ese barrio. Allí creció y fue feliz. Se
parará en todos los bares hasta acabarse los ciento veinte euros que le quedan.
Sentirá la calma fría antes del fin. Ya
nada le preocupará. Todos sus problemas desaparecerán en el río con ella.
Llegará al puente y se tirará.
-
Alba, adicta. Dos días sin consumir.
PD: El móvil estaba en su casa,
metido en la nevera.