Vi una rosa y me embellecí.
Más tarde se marchitó y me marchité.
Cogí un cactus para sentir sus púas y
sangré sangre extraña.
Se me acercó un muerto y me enterré.
Mi corazón camaleonaba al son de lo externo.
No soportaba la nada dentro
y quise columpiarme en otros ojos.
Un día los arranqué,
para ponerlos en mis cuencas aburridas,
repletas de suicidio divertido,
y mi alma replicada
se vomitó al paisaje de la emoción.
Mimeticé los ánimos de las otras ánimas.
Integré los mares,
arranqué los soles
y los planté en mi belleza;
respiré los vientos de los desiertos
y los exhalé en mariposas de desapego.
Después caí en el segundo donde nunca hubo nada.
Pero de nada sirvió tragarme la belleza y su sombra
si necesitaba de ellas.
Me desprendí de la obligatoriedad del tobogán,
y me esparcí contento en mi aburrimiento.
Desde la nada ya no busco nada y nada interfiere en mi nada:
Una nada donde ya cabe todo.
Mi corazón ya no camalonea sobre los colores inventados de nadie,
y la desesperanza es de color verde.
Y ahora siento el vértigo de no necesitar el vértigo de los paisajes,
y el aburrimiento se llama libertad.
Feliz aburrimiento.
Más tarde se marchitó y me marchité.
Cogí un cactus para sentir sus púas y
sangré sangre extraña.
Se me acercó un muerto y me enterré.
Mi corazón camaleonaba al son de lo externo.
No soportaba la nada dentro
y quise columpiarme en otros ojos.
Un día los arranqué,
para ponerlos en mis cuencas aburridas,
repletas de suicidio divertido,
y mi alma replicada
se vomitó al paisaje de la emoción.
Mimeticé los ánimos de las otras ánimas.
Integré los mares,
arranqué los soles
y los planté en mi belleza;
respiré los vientos de los desiertos
y los exhalé en mariposas de desapego.
Después caí en el segundo donde nunca hubo nada.
Pero de nada sirvió tragarme la belleza y su sombra
si necesitaba de ellas.
Me desprendí de la obligatoriedad del tobogán,
y me esparcí contento en mi aburrimiento.
Desde la nada ya no busco nada y nada interfiere en mi nada:
Una nada donde ya cabe todo.
Mi corazón ya no camalonea sobre los colores inventados de nadie,
y la desesperanza es de color verde.
Y ahora siento el vértigo de no necesitar el vértigo de los paisajes,
y el aburrimiento se llama libertad.
Feliz aburrimiento.