Cuarenta
años me han hecho falta,
para
no hablar mal de nadie.
Cuarenta
años para no juzgar.
Cuarenta
años para encontrar mi voz.
Cuarenta
años para respirar sabiendo que respiro.
Cuarenta
años para dejar de preguntarme el por qué.
Cuarenta
años para amar sin sufrir.
Cuarenta
años me han hecho falta,
para
no dar vueltas en la cama esta noche,
y
para estar contigo cuando estoy contigo.
Cuarenta
años soñando sueños que no soñaba.
Cuarenta
años desprovisto del ahora.
Cuarenta
años viviendo en el ayer recordado.
Cuarenta
años muriendo en el mañana deseado.
Cuarenta
años llorando por nada.
Cuarenta
años en una noria.
Cuarenta
años preguntándome demasiadas preguntas.
Cuarenta
años disfrazados de quimeras.
Cuarenta
años de actuaciones.
Cuarenta
años de culpa.
Cuarenta años
de remordimientos.
Cuarenta
años crucificados en una cruz de aire.
Cuarenta
años de lealtades.
Cuarenta
años cargando muertos.
Pero
ya no tengo máscaras,
y
me he desenclavado de la cruz.
Ya
no me salvo,
ni
tengo a nadie a quién salvar.
Ahora
desconozco la culpa,
y
cuando respiro,
el
aire me llega a las uñas.
Ya
no me acuerdo de ayer,
y
mañana sé que estaré muerto.
Ahora
me baño en el mar desnudo,
y
una flor me justifica el día.
Ahora
cuando te amo solo te estoy amando,
y
me deslizo por tu cuerpo sin miedo;
libre
de represalias,
libre
de esperanza,
libre
de sueños de poseerte.
Ahora
me siento en un espacio vacío
y
busco mi hueco,
sin
vértigo a la soledad.
Ahora
me abrazo,
y
abrazo el momento único.
A
todos comprendo,
y
a todos abrazo,
sin
comprender nada
ni
abrazar a nadie.
Ya
no pretendo que os vaya bien.
Os
irá como os tenga que ir.
Ahora
sé que la vida es exacta,
precisa
y sublime.
Nada
tenéis que cambiar.
Nada
tenéis que rechazar.
Nada
tenéis que alabar.
En
la vida,
siempre
ocurre lo que tiene que ocurrir.
Solo
se trata de vivir atento:
Y observarnos con el distanciamiento que requiere el juego.