– Mi hijo solo ve la tele en inglés. En casa siempre habla inglés
con la filipina. Este año ha sacado todo sobresaliente menos matemáticas. Pero
no es por su culpa. La profesora de mates no me soporta. Me tiene envidia y lo
paga con el nene. Jacobo, levántate del suelo ahora mismo. Te he dicho que te
levantes. Ven aquí. Mira como te has
puesto el pantalón. Ahora te sientas aquí y no te muevas de mi lado en toda la
tarde. Estás castigado. –Jacobo estaba impoluto. El crío solo tenía una mancha
en unas de sus rodillas. Su cara mostraba una mezcla de miedo, vergüenza e
impotencia.
– Mami te prometo que no me voy a caer más. Me subo el pantalón
por encima de las rodillas por si acaso. – Te he dicho que te quedas aquí y
punto. –Jacobo miraba a su madre con odio. – Pero mami, por favor, déjame jugar
al fútbol con mis amigos. Ellos se caen y no les castiga nadie. Hoy es sábado.
El único día que tengo para jugar.
– Es que Jacobo toca el piano, y claro, no le dejo que juegue al
fútbol porque no podemos permitirnos que se haga daño en los dedos. ¿Os he
dicho que va tocar en la tele? Nos presentamos a ese concurso de niños y ha
sido seleccionado. Es que Jacobo lleva la música en la sangre. ¿Verdad mi vida?
–Jacobo no contestaba, ni miraba a la madre. Miraba hacia la puerta del parque.
Quería escapar de allí. Quería huir de la madre, del piano, del inglés y de las
clases particulares. Jacobo quería jugar al fútbol como los demás niños. No
soportaba las largas horas del piano. Y tampoco soportaba ver las películas que
tanto le gustaban en inglés. Quería correr. Correr y escapar lejos de allí.
Miraba la puerta del parque mientras sujetaba con fuerza el balón.
– Su padre y yo estamos esforzándonos mucho en la educación de
Jacobo. No escatimamos en nada. Es un niño con muchas posibilidades. A los niños
hay que vigilarlos. Hay cada loco suelto. No entiendo a las madres que tienen
a los niños sueltos por ahí. Esteban y yo, siempre estamos pendiente de él.
Estamos muy orgullosos de nuestro niño. Jacobo es un niño ejemplar. Algun dia
nos agradecerá todo el esfuerzo que hacemos por él. Jacobo , ¿Adónde crees que vas ? !Jacobo ! !
Jacobooooo! Noooooo!
Se oyó un frenazo. Un golpe seco. Después silencio; un grito, un llanto desgarrado. Sangre
sobre el asfalto.
Jacobo escapó muy lejos a través de la puerta del parque. Manchado
de sangre y los pantalones subidos por
encima de las rodillas.
Aún peinado, sus dedos de piano agarraban con
fuerza la pelota.