Cuando la noche nos llega,
abrasándonos los minutos gastados,
y el corazón se nos encoge,
por respirar amor que no hemos dado,
y el esqueleto se rompe,
dejando los tuétanos de la soledad,
esparcidos por las camas-tumbas
de las ciudades cementerios,
nos llega la única muerte verdadera.
Y en nosotros está,
dormir y resucitar al alba,
en verdaderos hombres y mujeres,
de corazones generosos;
abiertos y transparentes,
poderosos y únicos,
para la construcción
de un nuevo mundo.
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