La
felicidad llegó de repente.
Cuando
ya no preguntaba por ella,
surgió
por la cocina una mañana,
entre
mis manos, el fuego y el café.
Tumbado
en el olvido del salón,
lejos
del pasado nació el presente,
y
fui cerca del tiempo que sí existe.
Habitamos
en el instante quieto
de
los cuerpos que se saben sagrados.
Quitamos
el miedo de las preguntas
y
respondieron las respuestas mudas.
El
horizonte quieto en el segundo,
venció
al miedo de las ausencias ficticias;
desde la presencia puesta en los huesos.
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