por el túnel que estrecha la mañana,
hacia la oficina mecánicamente,
pensando en no sabemos qué imposibles,
y no damos los pasos firmemente,
la tierra pegada y la mirada alta,
y la sorpresa constante en los ojos.
Si vivimos de espalda a los instantes,
y estamos donde no queremos estar,
sin prestar atención a los detalles,
a la piel que ahora roza tu piel.
Si ella no es un milagro para ti,
suéltale la mano y no la retengas.
No la arrastres a la ausencia de ti.
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