Cuando
el aire hueco no deja respirar
y
descoloca la cotidianidad,
la
eternidad se vuelve inasumible.
La
certeza de la vida es un tránsito,
y
todo es una duda y llega el miedo;
la relativización de los
acontecimientos,
el sinsentido del sufrimiento,
el camino sin meta,
el amor reducido a una sensación,
la muerte como la nada,
los días como una condena absurda.
La
moral desaparece;
la caridad es una estupidez,
el arrepentimiento es debilidad
cristiana.
El
ego llega para ocupar el camino
y
lo domina todo.
Llega
la perdición del hombre moderno y
la
soledad de la contra naturaleza.
Entonces
nos viene la única muerte que existe:
Una muerte terrenal
que tendrá su eco
en la eternidad del vacío.
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