sábado, 27 de diciembre de 2014

CON CINCO MUERTOS ENCIMA


 

Alba sabe que va a volver a beber. Se levanta hecha una mierda y se arrastra hacia el lavabo. Mete la boca debajo del grifo y bebe tanta agua que se atraganta. Va a la cocina, abre un botellín de cerveza y se lo bebe de un trago. Eructa. Sabe que no es suficiente y abre otro botellín que le dura algo más. Alba sabe lo que le va a suceder hoy.  Pero no se acuerda de lo que hizo ayer. Otras veces recuerda cosas. Destellos de escenas que le vienen a la cabeza. Pero ésta vez no. No se acuerda de nada.

Le duele mucho el brazo. Lo tiene hinchado. No tiene ni idea de cómo se lo ha hecho. Seguramente se habrá caído como tantas otras veces. Se abre otro botellín. Pone música y se ducha.

Registra su bolso y se da cuenta de que no está el móvil. Tampoco encuentra la cartera. Pero hay un fajo de billetes dentro de la cremallera del bolso. Lo cuenta. Son tres mil euros. Se queda en silencio. Asustada y sorprendida por el dinero. No tiene ni idea de dónde ha salido pero hoy se lo pasará en grande. Aunque se teme lo peor. Ahora no quiere ni puede recordar nada. Mientras se viste se le viene a la mente una imagen del Dadá. Saldrá a la calle y comprará el periódico. Se sentará en alguna terraza de cualquier bar del centro y se tomará tres o cuatro cervezas más, antes de tener el valor suficiente para acercarse al Dadá y preguntar por su móvil y su cartera.

Se termina la cerveza y pide la cuenta. Son las doce de la mañana y ya lleva cinco. El cuerpo se le reajusta y se le quita la depresión. Ya se encuentra mucho mejor. Lista para volver a empezar.

Llega al Dadá y entra en el bar dispuesta a que le recuerden el espectáculo tan lamentable que dio ayer. Está incluso preparada para que la echen y le digan que no vuelva más por allí.

-          ¡Qué tal Francis!

-          ¿Una cerveza, Alba?

-          Venga va. Ponme una. Francis, ¿Te has encontrado un móvil y una cartera por aquí?

-          Tu cartera está aquí Alba pero el móvil no.

-          Bueno, menos mal. Al móvil que le den por el culo. No quiero hablar con nadie.

 

Francis tiene una media sonrisa mientras habla con ella. Alba piensa que ha pasado algo. La incertidumbre de no saber que ha ocurrido le produce ansiedad. Siente vergüenza sin saber el por qué la siente. Se pide un par de cervezas más antes de atreverse a preguntarle nada.

 

-          Francis, ¿pasó algo ayer?

-          ¿No te acuerdas de nada?

-          No.

-          ¡Qué fuerte Alba!

-          ¿Qué pasa?

-          Digamos Alba que, tú y yo, hicimos algunas cosas en el baño.

-          ¿Cómo?

-          Desde luego tú comiste.

-          ¡Pero qué capullo eres! Qué te follen Francis.

 

Alba sabe a lo que se refiere pero no quiere saber más. Paga y se va. Siempre lo mismo. Ahora mismo se da asco. No entiende cómo puede comerle la polla a ese tío en el bar si además no le gusta nada. Cada vez le duele más el brazo y ahora tiene como una pelota de tenis en el codo. Deambula sin rumbo por las calles de la ciudad castigándose y sintiendo vergüenza de sí  misma. Anda cabizbaja sin mirar a nadie. Sube por la Cuesta del Rosario hasta llegar a la Plaza del Salvador. Allí se toma varias cervezas más y pide algo de comer para no caerse redonda. Se le acerca alguien por detrás y le tapa los ojos. Sea quien sea, ojalá no sea nadie de las personas con las que estuvo ayer. No está para sermones. Está solo para beber y olvidarlo todo. Quiere morirse. Algunas veces piensa hacer como Nicolas Cage en Leaving las Vegas. Esa opción le resulta atractiva. Es Miguel. Menos mal. Miguel es otro como ella. Parece que el día promete. Se pasan toda la tarde tonteando y tomando cervezas al sol. Miguel empieza llamándola Alba pero a estas alturas ya le llama loba. A Alba le gusta encontrarse con Miguel y beber con él, porque bebe incluso más que ella y eso le hace sentirse un poco más normal. Aunque sabe que terminarán los dos igual. Por los suelos. También sabe que no intentará aprovecharse de ella. Él estará demasiado borracho. Es posible que sea ella la que se aproveche de Miguel. Cuando el sol se esconde y ya no da en la plaza, se van a otro sitio. Le encantan los días como éste; sin rumbo, sin planes, con mucho dinero y nada que perder.

De repente le viene otra imagen a la mente. Se ve con un tío mayor que ella. Él le da dinero. Parece bastante. Ella sonríe, lo coge y piden otra copa. Pero hay algo en la imagen que le causa ansiedad. ¿Porque le da él tanto dinero? Es incapaz de recordar.

Caminan por la calle Sierpes en dirección a la Alameda. Antes se han parado en El Gato negro y han comprado un décimo de la lotería de navidad. En la administración Miguel ha visto el fajo de billetes y se le ha cambiado la cara.

-          Pero bueno tía, ¡Qué cantidad de pasta! ¿Qué haces con tanto dinero en el bolso?

Alba le miente y le dice que lo ha sacado del banco esta mañana para impedir que se lo embarguen porque debe dinero de multas de tráfico.

Antes de llegar a la Alameda se paran en casa de Raquel para pillar cocaína.

-          ¿Otra vez aquí Alba? Hija, no tienes medida.

Alba no recuerda haber estado ayer en casa de Raquel. Suben por la escalera empinada hasta el ático. Cuando llegan está la puerta abierta y entran. Alba le da un abrazo y le presenta a Miguel. Se sientan en el salón y se ponen tres rayas. Alba se mete la raya del tirón y se levanta para ir el baño. Se golpea el codo con la pared del pasillo y ve las estrellas. Se le ha salido el líquido del hueso y la pelota de tenis va en aumento. Se sienta en el inodoro y la imagen que le viene a la cabeza le deja sin respiración. Se ve desnuda en una habitación intentando despertar al hombre que le dio dinero en el bar. Se viste deprisa y se va de la casa. El hombre no reacciona y lo deja tumbado sobre la cama. Se le acelera la respiración. Siente como se ahoga. Intenta recordar que es lo que sucedió pero no puede. Solo le vienen destellos e imágenes sueltas. Follando y metiéndose cocaína con ese hombre. De repente cae. No puede ser. No es verdad. El dinero era para tener sexo con ese hombre. Da un respingo y se vuelve a golpear el codo con el lavabo. ¡Mierda puta! Se sienta y empieza a llorar. Está acabada. No ve salida. Se pone a respirar lentamente e intenta tranquilizarse. ¡Qué le den por el culo a todo! Está harta. Harta de sí misma y de esta mierda de vida que le ha tocado vivir. Toma una decisión. No va mirar atrás y hoy disfrutará todo lo que pueda. Todo lo que le permitan esos tres mil euros que se ha ganado como una puta.

Se lava la cara. Respira profundamente y sale del baño hacía el salón. Se mete otra raya y pone música. Pincha "I Wanna Be Your Dog" de los Stooges. Coge de la mano a Miguel y se ponen a bailar como locos. Raquel se ríe y salta a bailar con ellos también. Al poco rato los tres se están liando en la alfombra del salón. Cubatas, rayas y sexo.

Alba abre los ojos y en un primer momento no sabe dónde está. Ahora le duele todavía más el codo. Se le pasado parte de la borrachera y el subidón de coca. Está muy hinchado.  Al instante cae que está en casa de Raquel y se ríe al recordar el trío. Ahora ya no tiene remordimientos. Mañana no le importa nada. Ayer tampoco. Solo hoy. Tendría tantas cosas que cambiar y que arreglar que decide no cambiar ni arreglar nada. Va a la cocina llamando en alto a Miguel y a Raquel pero nadie contesta. Está sola. Seguramente habrán ido a comprar bebida o algo de comer. Mira el reloj y ve que son las once de la noche. Una hora de puta madre. Se pone contenta y va al salón para ver si queda cocaína en la mesa. Allí está la papelina. Todo un detalle. Se mete una raya, pone música y se pega una ducha.

Cuando sale de la ducha, están Miguel y Raquel preparando algo de comer en la cocina. Miguel se acerca a ella y le coge del culo firmemente.

-          ¡La bella durmiente se ha levantado!

Al verlos  se acerca Raquel y, mientras le coge el paquete a Miguel le pasa la lengua a Alba por los labios.

Alba corta la situación rápidamente, va al frigorífico y se abre una cerveza.

-          Raquel, no me acuerdo de nada de ayer. Parece que estuve aquí, ¿no?

-          ¡Joder Alba! Viniste con un carca a pillar coca. Eso sí, el carca tenía muy buena pinta. De esos que tienen mucha pasta. ¿Ahora eres puta Alba?

-          Creo que me dio tres mil euros por acostarme con él.

-          ¡Tres mil euros! ¡Dios santo! ¡Pero tía eso es una pasada! Así yo también me meto a puta.

-          Creo que no respiraba Raquel.

-          ¿Cómo?

-          Recuerdo muy poco. Pero tengo en la cabeza la imagen de ese tío tumbado en la cama como muerto. Creo que no respiraba. Yo me fui corriendo. No me preguntes nada porque no recuerdo una puta mierda.

-          ¡Tía a ver si lo dejaste frito a polvos!

A Alba de repente se le cambia la cara. ¿Y si  se ha dejado el móvil en la habitación de ese tío? Piensa que tiene dos opciones. Puede ir a la policía y contar lo que ha ocurrido; aunque al momento piensa que ella no sabe si le ha pasado algo o está perfectamente en su casa durmiendo la resaca, y la otra opción, es seguir como si nada hubiera pasado. Total, si la ha palmado ya no hay nada que hacer. No debería ir  acostándose con tías casi treinta años menor que él. Decide olvidar y seguir la noche como si nada hubiera pasado.

-          ¡Qué le den por culo Raquel!

-          Bueno Alba, tendremos que seguir la fiesta. Vámonos por ahí a otro lado. Y enróllate que tienes tres mil pavos guapa.

A estas alturas el estado de embriaguez es ya manifiesto. Si no fuera por la cocaína no se mantendrían en pie.  Hablan demasiado alto y caminan con dificultad. Para empeorar el cuadro, van morreándose alternativamente los tres. Alba se para en una esquina y vomita toda la cena. Se baja las bragas entre dos coches y mea. Miguel y Raquel siguen caminando como si nada. Tiene taquicardias y ansiedad. Aunque su intención es no comerse la cabeza por lo que sucedió la noche anterior, no puede evitarlo. Las imágenes vienen y van a su cabeza. No sabe lo que es real y lo que es imaginación o sueño. Le vuelve a faltar la respiración. Es como si tuviera un camión sobre su pecho. No tienes ganas de seguir con estos dos y decide quedarse sola. No quiere la compañía de nadie. Además, solo quieren aprovecharse de sus tres mil euros. Ella se lo ha ganado sola vendiendo su dignidad. Sigue caminando y se para a sentarse en un banco de la Plaza de la Gavidia. Necesita un porro para bajarse el subidón de la cocaína. Se le va a salir el corazón del pecho. Se empieza a encontrar realmente mal. Junto a ella en la plaza hay dos moros. Seguro que tienen hachís. Se acerca a ellos y les compra un porro. Está muy nerviosa y no puede hacerse el canuto. Los moros la están mirando, se acercan a ella y le hacen el porro. El porro le baja todo el subidón de golpe y potencia el efecto del alcohol. Está totalmente cao. Se queda dormida en el banco como una vagabunda.

La luz del sol le despierta. No tiene el bolso, ni los tres mil euros, ni el abrigo. Le han robado todo. Seguro que han sido esos moros de mierda. Se hurga en los bolsillos para ver que dinero le queda. Todavía tiene ciento veinte euros. El efecto del alcohol ha desaparecido y ahora no soporta estar sobria. Va hacia el bar de la esquina que está abierto y se pide una cerveza. Se la toma de un trago y pide otra. El camarero no la mira con tristeza. La mira con cara de asqueroso. Aunque a Alba ya todo le da igual. La televisión está puesta. Son las noticias de las ocho de la mañana  de Canal Sur. El Consejero de Economía y Hacienda aparece muerto en la habitación de un hotel del centro de Sevilla. Se baraja como causa del fallecimiento  un paro cardíaco provocado por  reacción a un medicamento.  De repente le viene a la cabeza la viagra. Seguro que ese tío se hartó de pastillas.  Poco le importa ya a Alba esa noticia. Además todavía puede ser peor. Pueden encontrar su móvil en la habitación. Pero Alba ya ha tomado una decisión. No puede más. Demasiadas cosas rotas. Se toma varias cervezas más y se va del bar. Es el fin del viaje. Se encuentra como si tuviera cinco muertos encima. El hombre que  ha matado a polvos, más otros cuatro que se le han pegado durante la noche.

 

Se sienta otra vez en el banco de la plaza. Se está viendo en la terraza de su casa; tiene doce años y está jugando con Ismael, su perro.

Ahora se levantará y caminará en dirección a Triana. Siempre le gustó ese barrio. Allí creció y fue feliz. Se parará en todos los bares hasta acabarse los ciento veinte euros que le quedan. Sentirá la calma fría  antes del fin. Ya nada le preocupará. Todos sus problemas desaparecerán en el río con ella. Llegará al puente y se tirará.

 

-          Alba, adicta. Dos días sin consumir.

 

PD: El móvil estaba en su casa, metido en la nevera.