Cruzada
la esquina hacia este silencio,
aturdido
por la fiebre en la piel,
abril;
entre
espuma, rocas y olvido,
desembarco
aire y mar,
y desato
mis pies.
Renovado
por sudores y brisas,
limpio
de maletas llenas de culpa,
a
través de las olas me regreso.
Rica
en certezas, amor y libertad,
habito
en la isla desierta de mí,
y
abrazo la realidad de mi vida.
Y
allá a lo lejos diviso los barcos,
salvadores
que vienen a salvarme:
Y
yo hace tiempo que ya no hago ni fuego.