Me templo en tu templo,
mientras alguien que fui yo,
muerto de miedo hacia el olvido,
reza murmullos de pérdida quimera.
Pero a mí me basta,
desterrar al impostor
de este ahora contigo,
y quedarme muy quieto,
sin cerebro,
en esta eternidad
instantánea de tu cuerpo;
que ahora ya
no distingo del mío.
En nuestro templo
no hay sitio para la muerte.
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