Te quisiera prestar mis ojos para mirar el mundo.
Contemplarás la belleza del ojo que sólo mira:
ojo sin cráneo,
gozo sin juicio.
Te quisiera prestar mis labios.
Mis labios que no saben pensar:
labios mordidos de besos,
labios agrietados de despedidas.
Te quisiera prestar mi piel.
Mi piel ebria de sol:
piel con vocación de piel,
piel que transpira el alma,
piel sembrada de pieles azules.
Te quisiera prestar mi corazón.
Mi corazón que sólo ama:
corazón que bombea sangre antigua,
corazón de mil años de cicatrices,
corazón abierto de par en par.
Por último,
si he de decir,
que yo ya no presto mi vida.
La regalo libre con cada beso.