miércoles, 14 de enero de 2015

EL SUEÑO





-          ¡Anda hijo! Tú todo el santo día tumbado en el sofá. –Fuera cierto o no, Carmen nunca se cansaba de echarle en cara a Rodrigo lo vago que era.


-          ¿Pero qué coño estás diciendo? Me he pasado toda la noche escribiendo. ¡Estás loca! No, loca no. Simplemente eres insoportable. Eres una mala persona. No soportas verme en paz. Solo vives para odiarme.



Rodrigo ya no la aguantaba. Era superior a sus fuerzas. Desde que Carmen se había quedado sin trabajo tenía todo el día para odiarlo. Tumbado en el sofá, imaginaba y le pedía a Dios, que sucediera algo que pusiera fin a ese calvario. Muchas noches soñaba que vivía solo y que se había separado de Carmen, pero necesitaba ayuda, él era un cobarde y no podía tomar esa decisión así de repente, sin un desencadenante; necesitaba un suceso que provocara la ruptura definitiva. Deseaba por encima de todo que ocurriera algo que provocara un cisma. Algo que lo sacará de la duda. Algo que le hiciera reaccionar y, que le zarandeara de tal manera, que recuperara  al Rodrigo que él sabía que existía dentro de él.



Se quedó dormido en el sofá y soñó. Soñó que Carmen conseguía trabajo y que le cambiaba el carácter. Se volvió mucho más amable con él y ya no estaba todo el día incordiándolo. Incluso le preparaba la cena y le planchaba las camisas. El trabajo se lo dio su amigo Fernando que tenía una fábrica de ropa infantil. Al principio todo mejoró y fue todo como la seda. Pero poco a poco, a medida que el sueño avanzaba, todo cambió a peor.



Rodrigo todavía estaba despierto esperando en el salón a que llegara Carmen. Eran las cinco de la mañana. Nunca salía hasta tan tarde. Había ido a la cena de navidad del trabajo. Últimamente Rodrigo le había cogido un par de mentiras tontas a Carmen, pero resultaba que siempre  estaban relacionadas con su amigo Fernando. Rodrigo empezaba a sospechar algo y, esa noche era peligrosa. Además Fernando era un caliente y no tenía respeto por nada.



-          ¿De dónde vienes a esta hora Carmen? – Rodrigo se había bebido media botella de whisky mientras escribía poemas dolorosos y esperaba comido por los celos a su esposa.


-          Pues de la cena, ¿de dónde sino voy venir?


-          Pues no sé, tú sabrás. Un poco tarde para venir de cenar. ¿Cómo has venido?


-          En coche. - Carmen no estaba bebida, lo que a Rodrigo se le antojaba preocupante, ya que pensaba él, que si hubiera estado en un bar hasta esa hora,  habría estado bebiendo y se le notaría, pero no, estaba fresca como una rosa. Sospechó que no venía de ningún bar.


-          ¿De un bar? ¿Con quién?


-          Pues con todos. - Carmen estaba fresca pero nerviosa. No se paraba para hablar con Rodrigo para evitar mirarle a los ojos. Se movía de un lado a otro sin sentido y sin ir a ningún sitio en concreto.


-          Con todos, no creo. ¿Quién te ha traído en coche?


-          Fernando, ¿algún problema con eso?


-          ¿Cómo? – Rodrigo se acercó violentamente a Carmen y le metió la mano por debajo de la falda para intentar tocarle el coño. Pensaba que si la tocaba sabría si había tenido sexo.


-          ¿Qué haces? ¿Estás loco? No se te ocurra tocarme.


-          Está bien. Lo siento. Pero esto no puede seguir así. Sé que te has liado con Fernando. Es más. Sé que llevas liado con él desde que entraste a trabajar.


-          ¡Tú estás loco! No sabes lo que dices. Además estás borracho. Como siempre. -  Carmen cada vez que se sentía acorralada con Rodrigo acudía al insulto y al tema de la bebida, así sabía que lo desarmaba. En cierta medida, a ella le venía muy bien que Rodrigo abusara de la bebida, porque eso la ponía siempre en una situación de superioridad moral y, además mantenía a Rodrigo cabizbajo y con remordimientos. La bebida les daba cierto equilibrio. Ella lo maltrataba y él se lo permitía. El matrimonio estuvo a punto de romperse cuando Rodrigo dejó de beber por un tiempo. El recuperó su sitio y entró en conflicto con el sitio que hasta entonces había tenido Carmen, que por otro lado era todo el sitio disponible.


-          No saques lo de la bebida ahora que no viene a cuento. Siempre haces lo mismo. Cuando no te conviene reconocer algo, sacas el tema de la bebida. ¡Vete a la mierda! Eres una zorra. Te has liado con mi mejor amigo. – Rodrigo se abalanzó hasta Carmen y le quitó el móvil. Se encerró en el baño y lo escudriñó. Tenía varios mensajes de Fernando. “Quédate en la fábrica después de trabajar que yo iré en un rato”, “Hace mucho tiempo que no disfruto tanto guapa”, “Tenemos que tener cuidado Carmen”- Salió del baño descompuesto. Carmen ya sabía que Rodrigo lo sabía. Se sentó en el sofá patéticamente como si no pasará nada.


-          ¡Qué fuerte Carmen! – Le tiró el móvil al sofá.- Eres una zorra de mucho cuidado.- Rodrigo la miró a la cara y le escupió.



Esa noche Rodrigo durmió en el sofá. Cuando estaba tumbado pensó que mandaba huevos que él fuera el que tuviera que dormir en el sofá. Era la costumbre y el peso de la bebida. Aunque ella tuviera la culpa, toda la culpa del mundo la sentía siempre él. Al día siguiente cuando se despertó con resaca, ella ya no estaba. Había una notita en la cocina. “Lleva a los niños a la guardería”. ¡Y una polla! - Pensó Rodrigo. Hoy haré lo que me dé la gana.


Rodrigo despertó y vistió a los niños. Siempre se había ocupado de ellos. Más que su madre. El los bañaba y les daba de cenar. Les leía un cuento y los acostaba. Carmen no tenía energía ni tiempo para ellos. Toda la energía de Carmen estaba enfocada en hacerle la vida imposible a  Rodrigo y  así escaparse de ella misma. Rodrigo sabía que Carmen no se soportaba a ella misma y que lo utilizaba a él como pantalla. El problema de la bebida la había convertido en una auténtica irresponsable, ya que toda la culpa la tenía siempre Rodrigo. Fuera cierto o no.


Salió de casa y se fue a desayunar con los niños. No los llevó a la guardería. Después del café se fue al bar que había en el parque y comenzó a beber cerveza mientras los niños jugaban sueltos por el parque. Sonó el teléfono. Era Carmen.



-          ¿Has dejado a los niños en la guardería?- La voz de Carmen era de preocupación y de pena.


-          No.- La voz de Rodrigo era seca y contundente. Todavía no tenía la lengua gorda, o eso creía él.


-          ¿Cómo? ¿Y dónde coño están los niños?


-          Aquí conmigo. En el parque.


-          ¿Pero tú eres idiota? – De cada tres palabras que dirigía Carmen a Rodrigo dos eran para insultarle. Rodrigo ya había alcanzado el tope de insultos que una persona podía soportar.- No se te ocurra beber con los niños o de ésta te enteras.


-          ¡Vete a la mierda golfa!- Rodrigo le colgó el teléfono.



Rodrigo siguió bebiendo en el parque toda la mañana. En varias ocasiones se le acercaron unas madres, mirándolo con mala cara, preguntándole si esos niños eran suyos. Podrían haberlo denunciado. Pero no sucedió así. Por lo menos en el sueño se libró. Sobre las dos de la tarde volvió a casa. A las tres llegó Carmen. Su cara era un poema. Nada más abrir la puerta lo mató con la mirada. Rodrigo pensó en ese momento que la bebida tenía la virtud de hacer invisible todo lo que no fuera ella. Carmen era la adultera y el culpable de todo sin embrago era él. Incluso él también lo creía así. Muchos sueños más tendría que tener en el futuro para que la culpa le desapareciera.



-          Dame a los niños y lárgate de aquí ahora mismo.


-          Pero si yo no he hecho nada. la que se ha liado con mi amigo eres tú. Vete de casa ahora mismo y déjanos en paz.- Rodrigo sabía que esas palabras eran del todo inútiles. Las pronunciaba sin convicción.


-          Te he dicho que te largues o llamo a la policía y se te cae el pelo, cabrón.



Rodrigo hizo una pequeña maleta y se largó para siempre de esa casa.



Le despertó el sonido del teléfono, era su amigo Fernando.



-          Hola Fernando, oye me dijiste el otro día que tu secretaria estaba de baja porque se había quedado embarazada, ¿no?


-          Así es. ¡Vaya putada! Ahora estoy buscando una chica nueva. Además tendré que enseñarle todo desde el principio. Ya me decía mi padre que no contratara a chicas jóvenes porque se podían quedar en estado. O se quedan embarazadas o acaban con tu matrimonio, me decía.


-          Podrías contratar a Carmen.


-          ¿A Carmen?


-          Ya sabes que está en paro y además es secretaría de dirección. Me harías un gran favor. Estamos mal de dinero y además está todo el día en casa y está insoportable.


-          Pero es tu mujer Rodrigo.


-          Solo te estoy pidiendo que la contrates no que te la folles Fernando.


-          Bueno tranqui, está bien, le daré una oportunidad. Pero quiero que sepas que no me gusta contratar a amigos y menos a las mujeres de mis amigos.


-          Gracias Fernando. Te debo una. Esto será bueno para los dos, ya verás.



Rodrigo se volvió otra vez a tumbar en el sofá. Sonrió y pensó en la fuerza de los sueños. Pensó en que todos nosotros creamos nuestra realidad con nuestros deseos y nuestros miedos. Que tanto los deseos como los miedos nos son dados. Unos para disfrutarlos  y otros para superarlos. Que nuestra vida es la que queremos tener. La que necesitamos tener. Se dio cuenta de que todo lo que nos sucede tiene un porqué y, que es posible que sea necesario que en ese momento no sepamos cuál es ese porqué. Volvería a soñar. Soñaría todas las noches. Pero  tendría cuidado. Había que elegir bien los sueños, pues ya sabía que los sueños se hacían realidad. Esta vez soñaría con un nuevo Rodrigo. Soñaría con su profundidad. Escudriñaría en lo más profundo de sí mismo hasta alcanzar su esencia.


Y esa esencia soñada se haría realidad. Ahora Rodrigo sabía que la realidad no era más que un sueño. El sueño de atreverse a ser uno mismo.

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