El sexo
impuesto a través de siglos,
pornografía y
religión,
se cae en
pedazos de incertidumbre.
Nos engañaron:
El cáliz no
estaba en las iglesias;
ni en los
sostenes que sostienen burbujas
de orgasmos
fast-food.
Los
cuerpos-contenedores,
no contendrán
por mucho más tiempo
tu desatención;
tu ira,
tu auto-placer.
Es vital que
despertemos,
o el viejo
poder seguirá invadiendo
los corazones a
través de nuestras braguetas,
y no habrá
despertar.
Porque este
sexo,
inmediato y de
plástico,
te impide
llegar hasta ti.
Y sin ti no
habrá revolución.
En el sexo sin
imaginación,
sin
interpretación,
sin
adicionales,
encontraremos
la puerta.
A través del
sexo,
volveremos a
ser nosotros.